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El Social, el restaurante sostenible que importa vino de Argentina.

Como un heterocurioso que quiere seguir la fiesta, en la noche de un sábado en la que ha perdido a sus amigos, El Social también se encuentra a mitad de camino entre Malasaña y Chueca. Concretamente, en la calle Hernán Cortés 19. Un restaurante fundado por un argentino, un uruguayo, un italiano y una americana, donde fusionan las herencias culinarias de sus respectivos países con otras gastronomías del mundo, apostando por la sostenibilidad, y producto de cercanía, para ayudar a reducir la contaminación medioambiental, mientras te recomiendan para cenar un vino argentino.

Se trata de un pequeño y acogedor local, en el que los olores se entremezclan para hacerte disfrutar del maravilloso pestazo de las gambas que se han pedido la pareja de al lado, ya que sus mesas están ubicadas sin el más mínimo distanciamiento social.

Entre nuestros platos favoritos se encontraba el de calabacín relleno de queso de cabra, que debes remojar en una salsa teriyaki llevando cuidado que, al masticar, no te explote la bomba de fétido, a la par que delicioso, queso de cabra en tu nuevo vestido de Kling, recién comprado en las rebajas. La salsa compensa el intenso sabor del queso del que se quejan muchos clientes, pero que a nosotros nos gustó bastante.

Los clientes que se quejan de que el calabacín con queso de cabra está muy fuerte deberían pedirse un puto sanjacobo.

Fuera de carta probamos unos tacos de pato, con aguacate y crema agria, cuya sencillez y gran sabor nos cautivó, a pesar de que estaban tan secos que necesitabas ayudarte del vino para tragar, no atragantarte, y evitar toserle encima a los de la mesa de al lado y, en 3 o 4 días, pegarles tu positivo. Si eres de los que te parece cansino el sabor a de la crema o la salsa de cacahuete, este pollo satay se te hará más llevadero gracias al contraste de alguna salsa parecida al chimichurri, lo cual nos pareció original.

El único punto negativo en nuestra experiencia llegó en el peor momento en una cena. En el último plato. Y es que la entraña al punto que pedimos nos hizo sentir como Charles Chaplin en la Quimera de Oro, comiéndose un zapato, por lo pasadísima que estaba la carne. Así que les pedimos unos cordones como guarnición para absorberlos como spaghetti.

Entraña con el punto de la carne demasiado hecho, que nos hizo sentir Charles Chaplin en la Quimera de Oro.

Precio aproximado: 35€

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