Unos amigos sanos nos obligan a ir a Chía en contra de nuestra voluntad

Quedamos con unos amigos sanitos para descubrir el restaurante Chía, en calle Arapiles 5. Un restaurante healthy junto a la Glorieta de Quevedo al que le deseamos, pero no auguramos, un mejor destino que el de su predecesor: una cafetería Tim Hortons que debía vender más en Too Good To Go que en el propio local.

El interior conserva la distribución de la antigua cafetería, pero con estética healthy-cuqui con fotos de stock para ofrecer un ambiente agradable que te invita a sentarte a teletrabajar con tu ordenador, a escribir versos en una libreta o a quitarte la ropa para que alguno de sus clientes esnob te dibuje tapándote los genitales con una botella de kombucha.

Un lugar perfecto para que un cliente esnob te dibuje tapándote los genitales con una botella de kombucha.

«Tomad vuestro tiempo para decidir. A mí me ha costado un rato entender la carta» nos comenta una amiga mientras elegimos indecisos entre lo que parece, por su mal diseño, una gran variedad de platos veganos, vegetarianos y también con pollo, pero que en el fondono son tantos, ni tampoco muy variados en cuanto a ingredientes.

Porque comer sano y quedarse uno con hambre no tiene por qué estar reñido, los platos principales presentan unas cantidades aceptables si tenemos en cuenta que hemos venido a comer de manera saludable. El precio del menú del día es de 12-13€, incluyendo plato, bebida y postre. También puedes complementar con entrantes como el humus de boniato, que hará que comer sano un martes cualquiera se te vaya una pizca de precio.

Cada plato está más pensado para gustar a tus followers de Instagram que a la propia clientela del local, ya que su estética te invita a que lo compartas en tus stories, con el objetivo de que finjas ante todos que los tallarines muy mal cocinados del Slowly Pad Thai no están mitad duros y mitad blandos, o que el exceso de especias no ha resecado la pasta del Unusual EGG, en un intento fallido de hacerlos crunchy, como pasa también con la pechuga de pollo reseca del Slowly Thai. Una vez que has mordido el anzuelo de compartir una foto en redes, deberás fingir de por vida que merece la pena, como quienes estudian un MBA de 20.000 pavos.

Si compartes una foto de sus platos en Instagram deberás fingir de por vida que merece la pena.

Es verdad que ningún plato está para escupirlo al suelo, y su mediocridad tiene más que ver con el poco esmero a la hora de prepararlos que la receta en sí. Pero, si nos obligaran a destacar un plato de los que probamos elegiríamos los Tacos Frida veganos, que consiguen darte la sensación de que estás comiendo torreznos sin el remordimiento de tener que matar a un delicioso cerdo para saciar tu apetito. También nos gustan mucho los platos que llevan huevo poché, por cómo se mueve cuando lo dejan encima de la mesa, pero eso se debe más a una estupidez personal, debido a su sensual tembleque, que mérito del restaurante.

En cuanto a los postres, podemos decir que la panacotta de yuka y plátano que viene con el menú nada tiene que ver, a nivel estético, con la de la foto de la carta y sí más con un huevo frito con kétchup.

Precio: 12-14€