D’Platos te transporta a la Granada que no conoces. Ni tú, ni nadie.

Hoy os descubrimos un concepto de restaurante granadino que abrió sus puertas hace un año, y que poco tiene que ver con lo que es considerado como el principal atractivo turístico de la ciudad nazarí: la tapa que te ponen con la caña. D’Platos, en pleno Chamberí, cuenta como cartera de clientes con los ilusos que tratan de cenar en Perrachica, sin reserva.

Su interiorismo, a medio camino entre fancy y casposo, nos recuerda a una choni que se intenta hacer pasar por una pija para conseguir engañar a algún cayetano despistado. Podrás disfrutarlo mientras esperas un buen rato a que los camareros te tomen nota, sentado en una de sus mesas redondas altas o en sus sofás aterciopelados en forma de ‘u’, que te harán sentir que estás cenando en el reservado de una discoteca o en el de un club de striptease, a priori, sin restos de semen en el tapizado.

Porque un local de 300m² situado en calle Eloy Gonzalo 4 no se va a pagar regalando tapas, con la cerveza nos sirvieron unas aceitunas. O como también se le conoce, junto a los kikos y las patatas fritas, como la tapa madrileña por excelencia.

Un bar granadino en el que te ponen aceitunas de tapa con tu cerveza, es más un bar madrileño.

Ya con dos cervezas y cero tapas, no nos quedó otra que pedir su tortillita de patatas para 1 o 2 personas, por solo 4’80€. Servida en una sartencita, es apta tanto para los que les gusta muy cuajada, como a los que les gusta poco hecha, ya que las patatas estaban prácticamente crudas. Sumado a que estaba totalmente insípida por falta de sal, la convierte en una de las peores tortillas que hemos probado. Sin exagerar. Pero si tenemos que decir algo bueno de la tortilla, después de deteriorarnos nuestras papilas gustativas, es que la croqueta de rabo de toro de después, a pesar de estar un poco salada, nos supo a gloria solo por el simple hecho de ser comestible.

Una tortilla de patatas apta para los que les gusta cuajada, como a los que les gusta poco hecha, ya que las patatas están crudas.

Pero en D’Platos no todo iba a ser el postureo de la noche porque, además de cenas, también sirven desayunos y menús del día, por 14€, siempre con los mismos 12 platos diferentes para combinar como tu prefieras, día tras día. Para que a los que les preocupa muy poco su colesterol se puedan pedir dos ‘segundos’ de carne y joderle la tarde a Alberto Garzón.

De primeros pedimos una ensalada de burrata, nueces y jamón de pato, servida con la más triste, cutre y peor variedad de todas las lechugas que existen: la lechuga iceberg, que nos dejó en el cuerpo sensación de derrota de la que todavía no nos hemos recuperado. Y también pedimos abanico ibérico con patatas, verduras varias y alioli suave, porque ya hemos dicho que en este restaurante podemos pedir de primero un ‘segundo’.

Nuestros segundos platos fueron un aceptable risotto con setas, jamón y foie, servido en un plato muy raro. Y también unos macarrones gordos con 4 escasos trozos de pulpo y parmentier al parmesano. Si os somos sinceros, tuvimos que buscar en Google que el parmentier es una especie de puré de patata, y ni aún habiéndolo conocido, lo hubiéramos sabido encontrarlo en el plato. Así que pasamos al postre, una mousse de yogur griego casera con muesli y compota de frambuesa, que venía perfectamente envasado, así que suponemos que fermentarán su propio yogur en Granada para sus propios restaurantes.

Un lugar en el que, salvo la tortilla, se puede comer sin ningún problema pero que tampoco es nada tan especial que te vaya a hacer que acabes la noche follando si llevas a alguien a una cita. Así que tendrás que currártelo un poco y ser agradable de una vez por todas.

Precio aproximado: 14-30€